resumer
Cuando el juez, accediendo a su demanda, abrió la casa de la muerta, Vicente descubrió, sobre la mesita de la sala, el pequeño reloj con incrustaciones de brillantes, en el estuche abierto.
cartero, harto de esperar, suspiró al verla. Resoplaba y golpeaba el suelo con los pies para demostrar que no era nada agradable esperar a la intemperie con el frío que hacía. La miraba con una expresión especial, digamos que un poco feroz. Exageraba: tampoco era para tanto. Exageraba: tampoco era para tanto. Le entregó las tres primeras cartas. —Eso es para tus padres —dijo, como dejando claro de entrada que los señores Jofre eran inocentes de lo que en aquellos momentos le exasperaba.
El estupor de la chica aumentaba por momentos. ¿Quién demonios era aquel Miqui Mallangas que se permitía aquellas confianzas? Cualquier cosa menos una eminencia, eso seguro. Su carta era... era. No pudo continuar leyendo por la sencilla razón de que se le cayó el papel de las mano unca había visto nada tan abominable y ofensivo. Mamarrachada tras mamarrachada, formando un conjunto de mamarrachadas que no podían tener otra finalidad que la de acabar con la cultura seria, desbaratar definitivamente los valores de la intelectualidad y acelerar la caída estrepitosa del Mundo Occidental. La sola idea de que alguien la viera comprando aquello la hacía enrojecer de vergüenza.
Comments
Post a Comment